El Dorado

sábado, 2 de enero de 2010

 



Desde el sur del Amazonas hasta la ladera de los Andes. Por allí habitaban los omagua, un grupo amerindio perteneciente a la familia lingüística y cultural tupí-guaraní. A este pueblo del alto amazonas se le relacionó con el famoso mito de “El Dorado” y el mismísimo Francisco de Orellana se enfrentó a ellos en 1942 para conseguir alimentos en su expedición.


¿Pero qué es “El Dorado”? Podríamos definirlo -desatendiéndonos de las implicaciones históricas que subyacen a tal concepto, o de la mitología indígena (“leyenda de manoa o omoa”)- como aquel lugar, espacio de realidad, de riquezas fabulosas o con posibilidades de enriquecimiento...Por supuesto, se usa de común con el matiz dado a todo lo mítico o ficticio.


Pero a veces es difícil discernir -por el estado social y económico que vivimos- éste carácter fantasioso en la búsqueda del mito, si no nos dejamos llevar por el engaño y observamos a nuestro alrededor. Porque caemos en la cuenta de que esta entidad abstracta y ajena, esta idea irrealizada, la llevamos dentro de nosotros mismos. Necesitamos alcanzar “El Dorado”. Las grandes empresas lo necesitan, los hombres de a pie, los estados y naciones...¡Tú y yo necesitamos alcanzarlo! ¿Qué sería de nosotros si nos viéramos abocados a toda una vida de mediocridad permanente?


Espero que se note el sarcasmo, que no fina ironía o sutil humor manchado de inconforme mandato...Nótese la carcajada agria de la indefensión ante las jugarretas del “estado de derecho”, el “capitalismo” o “la globalización”. ¡Nótese!, por favor... Millones de personas mueren en el mundo al año solamente porque unos buscan su “dorado particular” a costa del sufrimiento ajeno sin hacerles perder ni un ápice de su tiempo en concienciarse de ello...Millones mueren de hambre, de enfermedades hoy curables, millones padecen situaciones que harían palidecer el universo dantesco...Por favor, sepamos al menos que en nuestra cultura se busca “El Dorado”, que nos han dado unas pordioseras coordenadas que no sirven para nada, una escala de valores (de dudoso contenido) en vez de sextante y girocompás...y por último, pero no menos preciado, un fabuloso libro titulado “El mundo según nosotros mismos” ...Con semejante despliegue, desde luego, no es extraño que vayamos perdidos por el camino, buscando resultados rápidos, utilizando un proporción mínima de nuestro supuesto superpotencial, desplegando una humildad arrolladora...y ese tipo de cosas, si es que se me entiende o se me quiere entender...


“Imagina...”


Míralos a ellos, los omagua. Una cultura cuya economía se hallaba sustentada en la caza, la agricultura y la pesca. Gente humilde, de las de andar por casa, pudiera decirse...o no. Tenían sus jerarquías, sus vidas con sus problemas y rencillas. Sus ambiciones, sus quehaceres, amores, obligaciones, enfermaban, nacían...Me da que no tenían prisa, y que sabían que la vida les daba lo que necesitaban...que buscaban allá cerca, en la naturaleza, lo que requerían en cada momento. Me da a mí que desde luego no se infravaloraban, ni intentaban buscar el sentido de la vida en sus logros personales, tal como los entendemos nosotros mismos. Vivían, no buscaban cómo vivir, ni se hacían preguntas como “¿quién soy yo?¿por qué el mundo es así de cruel?” ni nada por el estilo. Pero claro ¿Quién es quién para juzgar nada? ¿quién será el que tase o genere baremos? Yo desde luego, no... Algo tengo claro: tuvieron durante toda su existencia, a cada paso que daban, a su lado...”El Dorado” ...

Y nosotros aún andamos buscándolo...




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